En 1979 La sociedad del espectáculo era ya uno de los libros más relevantes del pensamiento político y social de la segunda mitad del siglo XX. Los inesperados sucesos de Mayo del 68 y la posterior ola de radicalismo que se extendió por casi todos los países desarrollados, sobre todo Alemania Occidental e Italia, habían catapultado a Débord y a los situacionistas a una fulgurante fama intelectual, compartida con otros pensadores “alternativos” como Marcuse, Althusser o Sartre y habían encumbrado la obra al estatuto de clásico, apenas doce años después de su primera edición francesa.
En ese momento vio la luz la cuarta edición italiana del texto, con una traducción nueva de Paolo Salvadori; según el propio Débord, la única fidedigna hasta ese momento. Pero esta edición no sólo fue notable por ese aspecto. El libro, que Débord no modificó nunca a pesar de sus numerosas ediciones, iba precedido de un explosivo prólogo en el que el autor analizaba diferentes temas, algunos tan polémicos como el papel de los grupos terroristas en los engranajes de la sociedad espectacular. Tal fue la polvareda que levantó esta introducción que la edición italiana de 1979 se ha convertido en la canónica de La sociedad del espectáculo, la cual se reedita ya casi siempre precedida de este prólogo.
Por otra parte, y lo que tal vez nos atañe más directamente, Débord se despacha a gusto en esta introducción con sus traductores a las diferentes lenguas. Me queda la duda de su competencia lingüística en “más de una decena de idiomas” para juzgar la versión de sus textos al danés, tanto como al portugués o al italiano. Supongámosela. No sería tan raro que más de una casa editorial metiera prisa al traductor de turno para poner en la calle lo antes posible la edición vernácula del superventas político del momento, aun a costa de publicar una versión chapucera. Pero en ese caso, tal vez no sea el “mal traductor” quien merezca ser abofeteado. O por lo menos, no sólo. A no ser que sea Mr. Google, claro, pero eso es harina de otro costal.
“De este libro, publicado en París a fines de 1967, han aparecido ya traducciones en una decena de países. La más de las veces, se produjeron varias en una misma lengua, por editores que competían; y casi siempre fueron malas. Las primeras traducciones fueron infieles e incorrectas en todas partes, con la excepción de Portugal y quizás de Dinamarca. Las traducciones publicadas en neerlandés y en alemán son buenas a partir del segundo intento, aunque el editor alemán en cuestión descuidó en la impresión la corrección de una multitud de erratas. En inglés y en español habrá que esperar el tercer intento para saber qué he escrito. No se ha visto, sin embargo, nada peor que en Italia, donde el editor De Donato publicó, desde 1968, la más monstruosa de todas, que no fue mejorada más que parcialmente por las dos traducciones rivales que siguieron. Por lo demás, en aquel momento Paolo Salvadori fue a ver en sus despachos a los responsables de aquel desafuero, los golpeó y les escupió literalmente a la cara: pues tal es naturalmente, la manera de actuar de los buenos traductores cuando encuentran a los malos. Esto es lo mismo que decir que la cuarta traducción italiana, hecha por Salvadori, es por fin excelente.”
Guy Débord. Prólogo a la cuarta edición en italiano de La sociedad del espectáculo, 1979.
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